sábado, 2 de mayo de 2015

Pero de repente él metió la pata en tu herida.
Caminó hasta el corazón,
hizo fogata
y lo encendió.
El mundo dejó de importar,
esa simple mirada te completaba,
la pieza perdida de tu puzle.
Esa sonrisa te invitaba a bailar,
toda la noche,
toda una vida.
Bailaste a pesar del riesgo,
sin importar los tacones de aguja,
ni el vestido.
Bailasteis hasta estar muertos,
silla, sofá, suelo,
ducha, cementerio.

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