Extraño tu forma de besar,
angustiado al principio y ansioso en todo momento.
Extraño esa mirada de desear(me),
y también una risa más.
Extraño tus miradas vacías de soledad.
Extraño esa marca pequeñita,
de una bola que te fue a dar.
Mikel, por extrañar(te), extraño incluso tu corriente forma de respirar.

Pero de repente él metió la pata en tu herida.
Caminó hasta el corazón,
hizo fogata
y lo encendió.
El mundo dejó de importar,
esa simple mirada te completaba,
la pieza perdida de tu puzle.
Esa sonrisa te invitaba a bailar,
toda la noche,
toda una vida.
Bailaste a pesar del riesgo,
sin importar los tacones de aguja,
ni el vestido.
Bailasteis hasta estar muertos,
silla, sofá, suelo,
ducha, cementerio.

Y un buen día,
abrió la boca y disparó.
Disparó contra todos y cada uno de los lunares de tu cuerpo,
contra el centro de tu andar.

Primer disparo.
Sonrisa,
suspiro.

Segundo disparo.
Piel de gallina,
gemido.

Tercer disparo.
Fin del juego.

Que soy un desastre,
en las noches de ropa (des)colocada
y pelo enredado.
Soy de te quiero fácil,
y de enfado aún más.
Me escondo del mundo,
con una sonrisa prepotente y unos pantalones de los 90.

¿Verdades?

¿Qué quieres que diga?
Di que no es verdad.
Que sigo estando tan loca como cuando nos conocimos.    
Que pasaremos el bache.
Que podemos con todo,
es solo una pelea tonta,
vaya par de orgullosos.
Que no voy a guardarte en una caja,
al fondo de mi corazón empotrado.
Dime que no viniste a dejar huella, bandera y cuerpo en mi luna,
para después volver a tu tierra sin un pedazo de mí.
No lo sé,
puedes decir cualquier cosa.
Aunque sea una mentira.

(El mundo es tan injusto que he dejado de molestarme por ello.
Sólo me molesta lo injustos que son tus sentimientos ahora.)

Caballero.

Tú.
Con esa sonrisa valiente y esa mirada descarada por bandera.

Sancandome a flote cada vez que se hundía el barco.
Enseñándome a reir ,
cuando solo sabía ahorgarme en lágrimas.

Me llevas de le mano,
bailando por las calles mas estrechas de Madrid.

Siendo mi leal caballero
en mis momentos de apuros.
Y mi pirata cuando necesitaba una escapada rápida a alta mar.

Ella quiere perfección,
pero no se da cuenta.

No necesita perfección.
Ella ya es perfecta.

Es el perfecto huracán
que pasa por mis sábanas,
un sábado cualquiera.

Es la perfecta marea,
que hace subir y bajar mi sonrisa.

Es la brisa perfecta
que alborota mi pelo enredado.

La perfecta curva de su cadera
invitándome a vivir cada día
como si fuera el último día de su risa.

Invierno.

Quiero que vuelvan,
que vuelvan las mariposas a mi estómago en tu ascensor
porque no sé cuánto tiempo tardarás en  besarme.
Las horas en tu cama, sin besos,
porque ni te imaginas cómo me siento cuando me abrazas.
Esa manera de llevarme hasta la cama mientras me besas,
sin despegarte ni un segundo de mí.
Tu risa cuando me provocas
y pongo cara de niña enfurruñada.
Las duchas y esa cara de felicidad.
Quiero que vuelva mi mitad.

Espero que aún sepas ver a través de mi piel,
espero que comprendas que aunque mi boca sonríe,
mis ojos aullan tu nombre.
Que aunque mi garganta ríe,
mis pulmones lloran.
Espero que te fijes en las nuevas marcas de mi piel,
los segundos me aplastan,
las sonrisas echadas a perder me golpean,
las carcajadas silenciosas se ríen de mí.